domingo, 30 de enero de 2011

EL PRECIO JUSTO

 "Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen en este día, los muertos, de mi felicidad” (Silvio Rodríguez)
Vaya esto por delante para dejar claro el punto de partida.
"El resentimiento es como tomar veneno y esperar que el otro muera". (Anónimo)

Las formas más vulgares y cotidianas de resentimiento son el reproche y el “yoismo”.
Se entiende generalmente por resentimiento un  rencor sordo (que no mudo) u odio impotente, que se manifiesta en criticas, comentarios o insinuaciones que desprestigian a la persona que es objeto del resentimiento (Dorsch, 2002:704-705), como resultado, real o imaginado, del convencimiento de que nos ha hecho algo malo .
Los resentimientos nacen de las expectativas frustradas, de lo que esperamos de nosotros y de los demás.  Se traduce en una sensación de malestar que surge después de haber gastado mucho esfuerzo y energía para alcanzar algo que finalmente pierdes  y que nos lleva intentar cobrarnos lo que uno cree haber pagado en el camino de conseguirlo.
Quien está resentido con otro, sabotea poco a poco su relación. Esto lo aplica no sólo al presente y al futuro sino a su análisis del pasado, donde encuentra muchos motivos de queja de los que “no se había dado cuenta antes”.

Muchas personas hablan constantemente de sí mismas, de sus experiencias, de “lo suyo”; necesitando colocarse casi siempre todas las medallas en un falso y tramposo sentido del sacrificio. Demuestran hambre insaciable de gratitud y aprobación y un egoísmo infantil que es a su vez reflejo de su incapacidad para empatizar con otros. Todo esto, además de aburrir, tiene como base un profundo resentimiento. Da igual cual sea el tema de conversación con el que se empiece una charla, inexorablemente estas terminan siempre hablando de él o de ella, de lo suyo, de algo suyo.
“La tendencia a girar en torno a sí, a convertir el propio yo en el centro de los pensamientos y en el punto de referencia de todas las acciones se llama egocentrismo y es el principal aliado del resentimiento”. 
El reproche, puede ser mordazmente irónico (este seguramente se admite mejor) y llegar  hacia nosotros con puntería y precisión, o un comentario burdo que nos recuerda un supuesto error, poniendo ante nuestros ojos lo que hicimos o dejamos de hacer o que denuncia nuestras actitudes (verdaderas o supuestas). En cualquier caso, lo que reprocho posiblemente tenga que ver con mi propio malestar, o sea aquello que no acepto de mí mismo.
La sensación de haber pagado un alto e injusto  precio emocional por alguna decisión que tomamos es evidentemente subjetiva. Hay conceptos relacionados con la autoestima que nuestro cerebro acepta mal; si no puedo creer que me he equivocado y pensar negativamente sobre mi mismo, empezaré a repartir culpas. El reproche es el cheque emocional que exijo para cobrarme lo que creo que justamente me pertenece y en este sentido, funciona exactamente igual que el “yoismo”.
Circulan bastantes artículos sobre como superar el reproche y el “yoismo” y en definitiva el resentimiento, pero no me convence.  El reproche o el ” yoismo” empleado en las relaciones cotidianas con otros, sin que  suponga una patología psiquiátrica sino una forma equivocada de relacionarse; supone un deliberado desconocimiento del precio a pagar por nuestras decisiones. No hay mucho que hacer, excepto “tragarlo en pequeñas dosis homeopáticas”.

2 comentarios:

Panval dijo...

Todos tenemos un lado egocentrico más o menos desarrollado que, a veces, tiende a desmadrarse. Es justo pues reconocer la necesidad de tener alguien junto a nosotros que se encarge de hacernos ver que no somos infalibles. Ya los emperadores romanos, en la celebración de sus triunfos, tenian un esclavo que subido en el carro triunfal con ellos, les recordaba durante el recorrido que eran humanos y que algún día morirían.

Obviamente, el procedimiento no tuvo mucho éxito dado el grado de egocentrismo dle que llegar a hacer gala.

Por otra parte el halago puede hacer emlla hasta en las mentes más inteligentes, creando una falsa imagen de infalibilidad permeable a todos los campos de conocimiento. No es raro, en mi experiencnia, encontrar personas con un basto conocimiento de un tema en concreto, que acaban creyendose en posesión de la verdad en todas las disciplinas a partir de esa superioridad puntual.

En definitiva, disponer de un "pepito grillo" que nos recuerde que no somso tan buenos, tan guapos, tan inteligentes como pensamos es un gran regalo. Aunque a veces su labor nos incomode.

Pepito Grillo dijo...

Te voy a nombrar seguidor de honor de este blog! Gracias primero por leerme y despues por responderme.
Hablar de nosotros mismos a lo largo de una conversación, por turnos, dando señales de escucha cuando le toca a otro, no sólo es adecuado; es lo deseable (aunque tbn hay expertos en no decir nunca nada de si mismos....)
No se si me acostumbraría a tener a alquien que me recuerda que voy a morir. Se que voy a morir y esta certeza ya me incomoda bastante....
La cuestión es cuando alguien, en una conversación, no nos pernmite hablar de nosotros mismos. No escucha ni tiene el más minimo interés en hacerlo; sólo quiere hablar de si mismo, sólo existe su punto de vista, su certeza, sólo él o ella.... O aprovecha la coyuntura para reprocharte algo. Algo de lo que ni se te ocurra defenderte; invertirás un tiempo y un esfurezo inutil.