Es enfermizo cargarse a las espaldas muchas pseudobligaciones y forzarse a rituales perfectamente inútiles; no es autodisciplina —sino más bien falta de flexibilidad—, no admitir ninguna excepción en el horario cotidiano y hacer todos los días las mismas cosas y a las mismas horas; se trata de llegar a determinar cuáles son las verdaderas acciones esenciales y necesarias, ya sean necesarias por sí mismas, o por su conexión lógica con algún objetivo que uno se propone alcanzar; pero esta falta de visión concreta de su propia realidad ha llegado a convertirse a nivel psicológico en un fenómeno de acostumbramiento, de naturalización, reconocido como Estado de familiaridad acrítica (Quiroga, 1988).
La familiaridad acrítica tiene el efecto de hacer que la persona interprete su realidad en una sola dirección, como si las cosas solo pudieran suceder de la forma en que lo hacen; la vida se convierte en una obviedad, donde todo está sobrentendido.
¿Quién es el único encargado del rompimiento de dicha familiaridad de manera crítica?. Seguramente solo el propio sujeto ante su realidad puede ser capaz de conducirla de manera activa y no rutinaria, si dedica un tiempo al análisis autocrítico de los distintos sucesos que concurren en un espacio y en un período determinado, lo que no quiere decir que constantemente estemos cuestionando todo lo que hacemos, pero sí emprender cada día con una nueva dinámica y hacia un nuevo alcance.
1 comentario:
Hasta lo que más nos gusta suele ser devorado por la repetición. Una vida más feliz tiene necesariamente que incluir la variación. Saludos desde Argentina
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