domingo, 26 de junio de 2011

Ecología Emocional

Sabía que se volvía a dar protagonismo a las emociones. Baste el movimiento de “Los indignados” como muestra. La indignación es una emoción (me evito la explicación académica del término “emoción” y asumo el riesgo de que cada cual la interprete a su manera).
 Hace nada escuché lo peligroso que resulta ser una especie básicamente emocional y en este sentido primitiva, con un uso muy limitado de nuestro potencial cerebral y que tiene en sus manos impresionantes avances tecnológicos. Como dar pistolas a los niños para jugar.
Recabando información sobre Banca Ética, di con la web del I Congreso Humano y me encontré allí con una ponente (Mercè Conangla ) que hablaba sobre “Ecología Emocional”.  También tienen web (si pongo el enlace ya no tiene gracia lo que viene a continuación). Aparte del oportunismo del término, que personalmente  me rechinó en los oídos, forma parte de las  Terapias (psicológicas) de Tercera Generación. Y ya me estoy poniendo pedante....
Estoy de acuerdo en que la gestión emocional adecuada ayuda a contrarrestar el coeficiente de estupidez.

Esto es una pequeña introducción para torpes.

La Ecología Emocional trata de transformar y dirigir nuestra energía de forma que mejore nuestro crecimiento personal, la calidad de nuestras relaciones y un mejor y mayor cuidado de lo que nos rodea. Este planteamiento ofrece un marco NUEVO Y CREATIVO para la educación emocional.


Se basa en que nuestras acciones o su ausencia, tienen impacto en un “clima emocional global”; pudiendo hacer que aumente el equilibrio o desequilibrio del mismo, el sufrimiento o la armonía, la salud o la enfermedad, la destrucción o la creatividad.
Lo seres humanos seríamos por tanto responsables de lo que somos y corresponsables del mundo que tenemos. Para tener una vida “emocionalmente sostenible” hay que reducir la “contaminación emocional”, reciclar las emociones y recursos y recuperar la armonía.

Los principios básicos en los que se fundamenta son:
1.- Todos los afectos son necesarios, las emociones nos dan información valiosa sobre nosostros mismos.
2.- Nuestros afectos no pueden utilizarse de cualquier manera. Somos sistemas abiertos, necesitamos intercambios equitativos con otros. Lo bueno que hacemos impacta positivamente y lo malo perjudica a todos
3.- Nadie es emocionalmente autosuficiente. Nuestra estabilidad emocional depende en gran medida de las relaciones que establezcamos con los demás.
3.- Hay que hacer una buena gestión de los afectos para evitar el agotamiento y la destrucción

Para una adecuada gestión emocional hay que seguir unas leyes:
1.- ayúdate a ti mismo y ayudaras a los demás de forma que estos te ayudaran a ti
2.- no hagas lo que los demás pueden hacer por si mismos
3.- todo lo q hagas a los demás también te lo haces a ti mismo
4.- no hagas a otros lo que te gusta a ti, los gustos son diferentes
5.- no hagas lo que no quieres que te hagan a ti
6.- no podrás hacer ni dar a otros lo que no puedes dar ni hacer para ti mismo
7.- tenemos el deber de hacer limpieza periódica de las relaciones ficticias, insanas y/o de las que no impiden avanzar como personas.


“Puedes ser parte del problema o parte de la solución. Elige.”
Jaume Soler y Maria Mercè Conangla

viernes, 10 de junio de 2011

Mi pobrecito perro

Casi nada es lo que parece. Esto también. Aunque parezca que lo que vais a leer habla de mi perro, habla de mí y de la gente.

Tengo un perro viejo, muy viejo, además de feo y desagradable. Este invierno empezó a tener problemas serios en las patas de atrás. A pesar de sus problemas, el animal intentaba hacer vida normal; esto es: dejarse cuidar, comer como una lima, bajar a la calle unas 4 veces diarias (a pesar de sus problemas traseros), dormir como un cesto, gruñir casi siempre y, con ayuda, incluso ir detrás de sus juguetes. Vida de perro.
A mí me parecía que “mi pobrecito perro” todavía tenía ganas de dar trabajo, así que decidí fabricarle un arnés con ruedas que le ayudara a moverse en lugar de sacrificarle.  Es como un carrito de la fruta sin bandejas, hecho con tubos de pvc y ruedas para muebles.

Mientras el perro bajó a la calle prácticamente arrastrando sus patas de atrás, con caminar lento, sujeto por tres correas que le ayudaran a levantar sus cuartos traseros (que no a apoyarlos....); nadie hizo el más mínimo comentario. Desde que salimos “motorizados” y “a toda mecha” con el arnés rígido con ruedas, mi perro se ha convertido para algunos vecinos en” mi pobrecito perro” y yo en una especie de cruel maltratadora que “obligo” al animal a vivir en “semejantes condiciones”. No sé si esta representación vecinal  pretende que un animal de más de 14 años salte y corra y brinque. El perro tiene así como 75 años humanos y por muy bien que ande un anciano a esas edades fíjate tú que no lo imagino saltando a la comba....

A mí opinar sobre la vida de mis vecinos cuando me los cruzo en el ascensor, decirles en voz alta cosas como “pobrecito tu”, “pobre de tu marido, no sé cómo le tienes así”, “no se como se os ha ocurrido tener hijos o más hijos trabajando tanto” ó “deberías sacrificar a tu padre por que no es vida la que lleva”. Pues no sé...no se me pasa por la imaginación. No tengo muy claro cuando, cómo o donde se aprenden estas normas no escritas de educación y respeto, ni por qué a mí lo que parece tan obvio y evidente – en este caso, respecto a lo que no se le debe decir a nadie si no te pide opinión – a otros ni se les ocurre. Será que relaja, desgrava o sirve de penitencia.
¡Para debatir sobre la eutanasia humana estamos!

He pensado en poner una nota en el tablón de anuncios del portal para que los vecinos que opinan que mi perro es un “pobrecito perro” se pasen por casa cualquier día. Conque se pasaran de 20:00 a 21:30 sería suficiente. Es el momento de salir a la calle con la pelota, cenar (pavo con carne picada y arroz, más quesito de postre y “chuches” caninas para los dientes), perseguir al gato un rato (con el arnés de ruedas y yo detrás para que ni se atasque ni se caiga), jugar a “yo cojo un muñeco y tu me lo quitas”, estar detrás de mí mientras hago la cena para nosotros por si cae algo para, finalmente, subirle al sofá (enterito de dos plazas para él solito, para que esté cómodo), escucharnos hablar y ver la tele mientras va cerrando lo ojillos y ronroneando, hasta que se queda frito y le tapamos con una mantita. Cuando me voy a la cama, por supuesto me lo llevo conmigo. ¡Pobrecito perro!